¿Por qué las personas mediocres en la escuela son más exitosas.?

Los estudiantes que aprueban justitos podrían ser más creativos e innovadores.

Recientemente ha sido viral un controvertido artículo escrito por el periodista inglés John Haltiwanger que fue publicado en el medio digital Elite Daily.

En dicho escrito, Haltiwanger expuso una teoría: los alumnos que obtienen altas calificaciones académicas no son necesariamente los más inteligentes. Además, siempre según este periodista, los "estudiantes mediocres" (los que obtienen notas que van del aprobado justo hasta el notable bajo), son los que tienden a ser más exitosos durante su vida laboral y personal. Mucho más exitosos que los alumnos de sobresaliente.

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Alumnos mediocres, ¿los futuros creadores de empresas?

Por supuesto, estas afirmaciones han sido motivo de debate intenso. No solo porque Haltiwanger es bastante categórico en su exposición, sino porque no dota de fundamento científico que pueda dar fe de lo que se dice en ella.

Sin embargo, puede ser interesante hacernos eco de sus pensamientos y observaciones para que, por lo menos en un sentido filosófico, repensemos entre todos algunos aspectos importantes de la educación en general y del sistema escolar en particular.

Las buenas notas no son garantía de nada

Todos nos hemos dado cuenta de que las calificaciones académicas no siempre son el mejor predictor para tener una vida laboral exitosa, ni para alcanzar la felicidad en el futuro. En muchas ocasiones, los menos agraciados para los estudios tendieron a encontrar trabajos mal remunerados, o incluso tuvieron que formar parte de las colas del paro.

Pero, ¿qué ocurre con aquellos que pasaban los cursos sin pena ni gloria, con notas que iban desde el 5 hasta el 6,5? Según explica Haltiwanger en su ya célebre artículo, existen numerosos casos de estudiantes mediocres que lograron altas cotas de riqueza y fama. Así pues, parece que el éxito no solo lo logran las personas que más sobresalen en su etapa académica sino que, contraintuitivamente, los estudiantes mediocres podrían poseer una serie de capacidades y habilidades muy útiles para la vida.

Ejemplos de estudiantes de 5 que lograron el éxito

El clásico ejemplo de alumno gris que tuvo un éxito clamoroso en su vida adulta fue Steve Jobs, el creador de la marca de smartphones y tecnología Apple. Otro destacado de esta categoría no es otro que Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, o el mismísimo Bill Gates, creador de Microsoft. Estamos hablando de una tríada central en innovación tecnológica en el mundo, y no deja de ser sorprendente que ninguno de ellos fuera un estudiante brillante.

Más ejemplos: Sergei Korolev fue el astrofísico e ingeniero soviético que, a pesar de haber lanzado al espacio el cohete Sputnik, nunca fue un buen estudiante. Vladimir Mayakovsky sufrió para poder aprender a leer, y Joseph Brodsky, que era considerado un alumno horrible, recibió el Premio Nobel de Literatura décadas después.

Revisando el concepto de inteligencia

¿Qué relación guardan entre sí los conceptos de inteligencia, rendimiento académico y éxito profesional? La inteligencia ha sido, históricamente, un concepto objeto de controversia entre los estudiosos de la psicología. Lo que sí se sabe es que no es una buena idea intentar trazar paralelismos entre el rendimiento académico y la inteligencia, puesto que la correlación no es demasiado fiable.

El éxito en la vida, por su parte, puede ser definido de muchas maneras distintas. Cada persona tiene su propia visión sobre lo que es el éxito, y sus prioridades en la vida. En este caso, es útil que hablemos de éxito laboral (por ser más mensurable y unívoco), y lo cierto es que no parece una condición necesaria el haber sacado muy buenas notas en el pasado, ni tampoco el ser muy inteligente, para que uno pueda generar una idea brillante que le lleve a un tremendo éxito empresarial.

Las claves del éxito, al alcance de todos

En definitiva, ser exitoso va mucho más allá de los esquemas impuestos por el modelo educativo de cada país. Para tener éxito, hemos podido estar sobrevalorando la influencia de los resultados académicos, tal como señala Haltiwanger.

El éxito precisa de constancia, persistencia y creatividad. Pero, además, para lograr altas metas en nuestra vida también debemos fracasar algunas veces para darnos cuenta de que todo lo que hacemos nos ayuda a aprender y a avanzar hacia nuestros objetivos.

El valor del fracaso

Este valor del fracaso es lo que puede ser uno de los factores que contribuyen al éxito futuro. Y, claro está, los más experimentados en esta materia son las personas que sufrieron para poder aprobar y sacar adelante los cursos lectivos. Son individuos que nunca recibieron grandes elogios ni recompensas, por lo que conocen de primera mano el valor del esfuerzo, la lucha diaria y la capacidad de superación.

Probablemente, los estudiantes mediocres aprendieron a gestionar sus fracasos, cosa que no pudieron hacer los estudiantes sobresalientes por la recurrencia en que sus calificaciones se aproximaban al 10. Los empresarios que consiguen desarrollar buenos productos y/o servicios suelen tener muy presente vías alternativas y creativas para lograr sus éxitos. No se limitan a los cánones establecidos ni a lo típico, sino que innovan. Así crean productos totalmente nuevos, de gran calidad y que suponen una revolución en su sector. Por ejemplo, así lo hizo Steve Jobs con casi todos los gadgets que sacó al mercado.

Creatividad, otra destreza que no se desarrolla en la escuela

Siguiendo las observaciones del periodista inglés, parece que los alumnos mediocres suelen ser los más proclives a ser líderes naturales en sus círculos de amistades. Ellos pueden guiar a los demás pupilos más allá de los códigos y el contexto educativo.

Son estos individuos los que presentan un mayor pensamiento creativo, y suelen declinar interesarse por las rígidas y monótonas clases magistrales. Estas personas pueden ser más creativas que la media, porque no basan sus patrones de pensamiento en la lógica escolar sino en sus propias vivencias.

Esto es uno de los puntos que más debate ha generado. Es muy posible que ciertos métodos de la educación formal jueguen en contra de que los alumnos puedan desarrollar su espíritu crítico, su creatividad o la posibilidad de vivir ciertas experiencias enriquecedoras. En el colegio, nos suelen enseñar cómo son las cosas, pero no nos dan la posibilidad de cuestionarlas. Tampoco se pone mucho énfasis en el aprendizaje significativo, ni se dota a los estudiantes de herramientas para que puedan solucionar problemas de formas alternativas; innovadoras.

Las personas que lograron hacer funcionar empresas tecnológicas, en su gran mayoría, funcionaron con esquemas de pensamiento distintos. Pensaron más allá de lo obvio; pusieron en marcha proyectos que no se regían por los parámetros existentes. Son individuos que aprenden rápidamente, son proactivos y hacen las cosas a su manera, y no como los demás les exigen que las hagan.

Cuidado: ser mal estudiante no es una buena noticia para tu futuro

Cabe aclarar una cosa: aunque Haltiwanger construye este discurso en torno a los Steve Jobs, Mark Zuckerberg y compañía, lo cierto es que sacar malas notas (o notas mediocres) no es ninguna garantía de éxito personal ni laboral. Tampoco lo es lo contrario: sacar matrículas no nos da la llave para un futuro próspero.

En resumen, el éxito viene marcado por un montón de variables, entre las cuales destacan el carácter, la perseverancia, la experiencia y los contactos. Las notas son, en cierto sentido, secundarias.

El artículo de Haltiwanger puede ser un estímulo para aquellas personas que no lograron destacar en su etapa escolar o universitaria. La vida siempre nos ofrece nuevas formas de salir adelante, oportunidades y momentos que hay que aprovechar. El éxito o fracaso en las notas es muy relativo: la verdadera experiencia la conseguimos al salir de las aulas.

Bertrand Regader (Barcelona, 1989) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona, con especialidad en Psicología Educativa. También cursó un postgrado en Economía Política por la Universitat de Barcelona. Ha ejercido como psicólogo escolar y deportivo en distintas instituciones.

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