Alguien escribió, una vez, algo interesante: "habla sólo cuando tus palabras sean más dulces que tu silencio".Ciertamente, creo que perdemos, cada día, muchas oportunidades de callar y dedicarnos a oír, tan sólo eso.Descubriríamos, me atrevo a decir, muchos raros sonidos, que no son extraños en realidad, pero sí parecen inusuales para nuestros oídos acostumbrados a los diálogos humanos: la marcha del motor de la heladera, el ladrido de un perro a la distancia, aves que migran en bandadas sonoras, el escape de una motocicleta, los cascos de un equino en el pavimento, un triciclo que rueda en la vereda, la máquina de coser de una madre que le da nuevas formas a la ropa, algún loro imitando nuestras voces. Pero, si estamos junto a un buen amigo, alguien que respetemos, o que amemos, no está contraindicado romper el silencio para hacerle saber que es bueno estar a su lado.
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