Una mujer

Una mujer es de sol y de ceniza. No sabe medir las distancias ni dimenciona bien las cosas. Todo se esta alejando para ella. El presente se vuelve pasado tan vertiginosamente que necesita hablarlo y afirmarlo para que se haga tangible realidad. Por eso una mujer pregunta lo mismo muchas veces; por que solo superponiendo las respuestas con la carbonilla indeleble de la repeticion para que estas coincidan, consigue acuñar una respuesta; monedita que atesora.Ella es la playa donde todo parte el mar; la vida, el diario viaje del hombre y de los hijos. De ella nace todo…. y no le pertenece nada. Ella siente que su mision es dar; partir el fruto, abrir los pètalos dulces de su corola y recibir le provoca culpa.Quisiera ser un puerto de llegada, y es un puerto de paso, de partida. Es el mundo que gira loco por sus venas. No lo alcanza, sin embargo,por que esta esperando y tiene miedo de irse y de que no la encuentren. ¿Y si llegaran cuando yo no estoy?. Una mujer es una vestal que cuida el fuego y guarda los recuerdos: Nunca ha tenido algo completamente. Hasta su cuerpo es una duda que sangra cada mes, dejando huir un sueño, o un temor, o una esperanza. Es una orilla que no puede detener el rìo, lo acompaña en el instante de su paso y ni siquiera sabe si el espejo del agua se ha llevado su imagen. Por eso una mujer necesita que se le digan todas las palabras del amor. Que se las repitan una y otra vez; asi, al desvanecerse el primer sonido, otro nuevo sonido se las entregue enteras. Y entonces ella serà la caracola casi màgica que guardarà en su interior el murmullo del agua del ocèano. Una mujer tiene que pedir. Si no pide, se olvidan de darle.Y cuando le dan, por que ella pide, recibe con dolor. Pero no puede prescindir de todo, y aunque, pedir la humilla, pide,pide, pide siempre. Y pide mucho para que no dejen de darle un poquito. Igual a los perros abandonados en la calle que responden a cualquier silbo, ella sigue al que la llama con un retacito de ternura. Le parece que crece con apuro, pero siempre esta igual,desvalida detràs de su armadura de segura o de indiferente. Una mujer no sabe perdonar, por que no tiene acceso al olvido. Desde niña le han ordenado;” No te olvides”, y ella penso que no tenìa que olvidarse de nada. Y cada dolor esta en ella, tan crudo, tan vivo,tan presente, que para olvidarlo tiene que vengarse. Casi nunca cuenta cual es su venganza, por que teme ser castigada.¡ La han castigado tanto ya!. Sus venganzas, tontas, sutiles o mostruosas, son su ùnico secreto. No se las confiesa a nadie. De nada servirìa entregàrselas a alguien que las volviera en su contra, como acostumbra a usar en contra de los otros las cosas la gente que las conoce. Una mujer imagina tan violentamente, que es como si viviera lo que se imagina. Ve cine en el techo de su cuarto y es la protagonista de pelìculas que ninguno sospecharìa. Tal vez ella misma , solamente cuando se sueña, se inventa, se sumerge en su cine solitario de su pensamiento. Y a veces, ese cine solitario de su pensamiento es el ùnico pensamiento sobre ella que rueda por el mundo. Sus largas horas de la soledad le han impuesto su tìtulo de solitaria, de soñadora,de inventora, de creadora de irrealidades que son su precaria realidad posible. ¿A una mujer quièn la nombra, quièn le dice su nombre?. Casi nadie. Podrìa ser cualquier mujer y no ella en el momento mas hondo del amor, cuando el hombre le dice”amor•, le dice “ corazon”, le dice “cielo”…., pero no le dice su nombre, el nombre que la dibuja, que la colorea, que la recorta de las fotografìas. Una mujer casi nunca esta entera. Fue hacièndose de a poquitos. Porque una mujer, no es una fruta que se desprende de pronto del àrbol, como los hijos, como los hombres. Es una flor que se va deshojando pètalo a pètalo; avergonzàndose de su sufrimiento, pero aceptàndolo como un rito, como una obligaciòn ineludible o una maldiciòn ancestral. Una mujer esta expuesta y casi siempre en carne viva, cicatrizando, tapàndose las heridas para que no le echen vinagre sobre ellas. Los hombres no pueden resistir la tentaciòn de echar vinagre en las heridas, y ponen la excusa de intentar curarlas asì. Por eso justifica las luchas, las guerras, las competencias despiadadas y crueles y las tildan de necesarias o beneficiosas. Una mujer aùn derrotada, deshecha, desahuciada, arremete igual. Vuelve a empezar. Vuelve a repetir los gestos del amor, de la desolacion, de la espera, de la pèrdida, de la despedida, de la credulidad del asombro. Y repite las mismas preguntas, una vez, mil veces, un millòn de veces, aunque la respuesta no sea la buscada, la esperada, la necesitada, la que la resucite o la haga brillar como un cocuyo emergido del cesped mojado del verano, como una lentejuela ràpida del traje de la bailarina. Y seguirà preguntando, incansablemente, insaciablemente. Seguira preguntando “¿Me quieres?”. “¿Me quieres?”; “¿Me quieres?”.Poldy Bird
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