Volver a ser niños

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Ser niño es una virtud, es el estado del ser puro, es vivir la magia del descubrimiento, es tener el brillo del aquí y ahora en la mirada, es la pureza del corazón, gobernando los sucesos, es la razón desactivada, es creer que la vida es un papel en blanco, donde se puede dibujar un destino glorioso, es no desperdiciar ni un instante la ocasión de ser feliz, es la oportunidad de cambiar el juego cuantas veces quieras, si éste no es agradable, es no conocer de preocupaciones, es la confianza en la provisión ilimitada, es el no enfocarse en cómo se concretaran los sueños.

Ser niño es la pureza de la vida misma, donde se desconocen las malas intensiones, los cumplidos, es la fantasía en acción, el desconocimiento de límites, dominios, banderas, bandos, desigualdades.

Es la conciencia de unidad manifestada, es ver la igualdad de todos, es compartir las vivencias, los juegos, las experiencias, el mundo.

Es no avergonzarse por demostrar amor, enojo, alegría. Ser niño es tener la libertad de dar una caricia, un beso, un abrazo, a quien sea, sin sentir pudor o preocupación por lo que eso parezca.

Evidentemente, para llegar a tu edad, en algún momento fuiste niño/a, seguramente, te has identificado con gran parte, sino con el total, de la descripción anterior, ¿Qué te sucedió?, ¿Cómo has hecho para limitarte de esta forma?, ¿Por qué apagaste el fuego que te catapultaba a vivir?, ¿Cuándo perdiste la capacidad del asombro?... ah, sí,  me olvidaba, creciste.

Crecer es un hecho natural,  empero, no debería significar la transmutación de nadie, debería significar una evolución, no una distorsión, a medida que el tiempo marcha, comenzamos a adherir a creencias, verdades, miedos, mandatos, costumbres y preocupaciones de nuestros mayores. Ellos, con todo su amor, pretendiendo lo mejor para nosotros, nos trasmiten todo este contenido, que a la vez ellos mismos lo heredaron en su momento.

Aquí comienza la mutación, comenzamos a “adulterarnos”, perdón, a ser adultos, y al mismo tiempo, a apagar la llama del ser que desbordaba en nuestra niñez.

Te invito a recuperar la mayoría de las virtudes que adornaron tu infancia, te invito a volver a ser niños, te invito a adquirir el verdadero criterio de crecer, el de capitalizar la experiencia adquirida.

Para esto, sugiero redefinir el concepto del ser adulto.

Cuando una fruta madura, expande todo su potencial creador, es decir, desde que brota de la planta, crece, se enriquece con nutrientes, desarrolla su cuerpo carnoso, acumula en el mismo fructosa, que servirá, en el momento de la fermentación, a la semilla a dar las calorías necesarias para activar la germinación. Nunca deja de lado su esencia, nunca deja de ser fruta, sin embargo enaltece sus cualidades innatas en pos de su propósito, el de resguardar y proporcionar todos los elementos necesarios, a la semilla que se encuentra dentro de ella en estado embrionario, para que germine. Ésta a la vez comenzará su propio camino, expandirse desde ese estado, al de una planta y de allí, expandirse aún más, a un árbol, el que en un futuro concebirá, sus propios frutos.

Como podrás observar, y si sirve como analogía, podríamos considerarnos como las frutas del magnánimo árbol de la vida, y si durante el periodo de nuestra maduración, no dejáramos de lado nuestra esencia y en cambio la expandiéramos en una explosión creativa, preparándonos  para que en el futuro, nuestras semillas germinen, podríamos  así desencadenar un torrente de vida, colaborando con el desarrollo y expansión de nuestra especie y de todo el planeta.

Todos tenemos un propósito en la vida, y para poder desarrollarlo y expandirlo, contamos con todas las herramientas desde nuestro nacimiento.

Si estas cayendo en cuenta que has olvidado tus herramientas, o no recuerdas como usarlas, no desesperes. No existe forma alguna que las hayas perdido, por ende, este es el momento oportuno para que vuelvas a ponerlas en acción.

Como primer paso, recupera la mayor cantidad de virtudes que tienes aletargadas en tu interior. Comienza a rendir tributo a tu vida, ríe, juega, ama, canta, baila, apasiónate, grita a los cuatro vientos que eres feliz, que eres libre y que has vuelto para hacer de este mundo un lugar maravilloso.

 

De niño, jugábamos a las “escondidas”, y a la hora de llegar a “salvarse” del “carcelero”, gritábamos: -“¡piedra libre, para mí y para todos los demás!”.

Inconscientemente, declarábamos al mundo entero, que  estábamos aquí, enmisión para todos, carecíamos entonces del interés mezquino de hacer y crear, solamente para nuestro propio provecho.

Este concepto de para “todos lo demás” podríamos aplicarlo, hoy, cada uno de nosotros desde nuestro lugar en el mundo. Haciendo de nuestro oficio o profesión, de nuestra vida, una expresión de tributo al resto de nuestros pares, entonces, crearemos esta misión para todos y nuestro potencial será aprovechado por la humanidad entera.

Si el provecho de lo que he aportado a la humanidad, genera en ella, un bien mayor, mi aporte trascenderá a mi propia existencia, extendiéndose a las generaciones futuras, y en ese preciso momento mi semilla habrá germinado.  

 

 

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